¿Ponchos o polleras? ¡Ponchos y polleras! ¡Jallalla!

, por Daniel Viñar Ulriksen

Cuando volvimos a Sucre en noviembre pasado, dos días después de los motines anti-constituyentes en esta ciudad, me impactaron los grafitis en los edificios públicos quemados y deteriorados:

"Evo puto", "Matar paceños es hacer patria", "Prefecto gay", "Muera Cuba", ... En pleno siglo XXI, hay que verlo para creerlo...

Y el más impresionante: "¿Ponchos o polleras?"

Concentrado de racismo, sexismo, homofobia y transfobia, en sólo tres palabras y veinte caracteres. Hay que reconocer que la formula no carece de cierta calidad literaria y semiótica, pero llegar a pensarlo da el mismo asco que estar admirando las tecnologías de exterminación nazis.

A fines de marzo, recibí un correo electrónico que me recordó la angustiante sensación de los grafitis de Sucre. Retransmitía una columna de opinión titulada "Vanidad, falso orgullo e indignidad", de un tal Winston Estremadoiro, antropólogo, publicada en uno de los tantos diarios derechistas de Bolivia [1].

Quien lo enviaba introducía el artículo por una comparación entre el gobierno actual de Bolivia y la monarquía francesa antes de la revolución, aludiendo a la pretendida homosexualidad y maneras afeminadas de un miembro de gobierno, y llamando a disfrutar de “las cabezas que rodarían por su propia estupidez”.

Me extrañó y me apenó leer de una persona culta, formada en el extranjero y que creía abierta a la diversidad del mundo, propósitos de la misma índole que los de una muchedumbre enfurecida, con tanto odio, tanta agresividad, y con la misma conminación retórica heteronormativa.

Las burlas sobre la sexualidad, no son anodinas, ni se dirigen específicamente a tal o tal persona, como se suele pretender y aparentar. A través de éstas, en realidad, se estructura una amenaza hacia cualquier persona que pretenda cuestionar una sociedad estructurada entorno a un «orden moral» de dogmas conservadores y arbitrarios, en vez de leyes y principios emancipadores democráticamente establecidos. Así, en este caso, la pequeña alegoría de la revolución francesa nada tenía que ver con la racionalidad que invocaba con soberbia, sino que al contrario, apelaba a las pulsiones más sórdidas y dañinas de nuestra especie humana, incluyendo explícitamente un llamado al magnicidio bajo argumentación de eutanasia...

El artículo del Sr. Estremadoiro, por su lado, si bien avanza algunos argumentos (que se analizan más adelante), los expresa en medio de un alud de insultos y burlas — sin contar las invocaciones religiosas que, con todo el respeto que la laicidad debe a las convicciones y creencias individuales, nada tienen que ver con un razonamiento intelectual.

Probablemente el Sr. Estremadoiro como quien retransmitía y comentaba su artículo creen ejercer su libertad de expresión, pero no se dan cuenta que en la gran mayoría de las democracias del mundo donde existe un verdadero estado de derecho, ambos podrían ser denunciados, y sin duda serían condenados por la justicia. La libertad de expresión y la democracia dan derecho de opinión, e incluso de parodia. Pero no autorizan al insulto, ni a la difamación, ni a la incitación al odio racial, sexual o ideológico, ni a desacatar la ley o atentar contra las instituciones democráticas y legítimas.

Y más allá del respeto y dignidad que nadie desmerece, hay una diferencia fundamental entre Evo Morales y Luis XVI que nuestro aprendiz tribuno parece olvidar: el primero fue electo democráticamente por el 54% del pueblo, el segundo pretendía justificar su despotismo por voluntad divina (¿la misma que, según el creyente antropólogo citado, hubiera abandonado hoy a Bolivia?).

Volviendo a la “columna de opinión”, por más que la vuelva a leer con el mayor esfuerzo por hacer abstracción de toda su retórica grosera, sólo llego a ver algunas opiniones ideológicamente orientadas, afirmadas como si fueran verdades intangibles y con una bien pobre argumentación...

Primer argumento, después de dos largos párrafos sobre la "máquina descojudizadora" y otras diatribas acerca del gobierno de Bolivia: criticar que "el Ejecutivo [haya] rechazado (...) un regalo estadounidense de US$10 millones de dólares en harina para los damnificados de desastres naturales".

¿Quién es hoy tan naïf para creer que las «donaciones» — particularmente las de USA— no sean otorgadas con condiciones y con el principal objetivo de mantener influencias y dependencias?

Por cierto, Bolivia sufrió desastres naturales y subsisten preocupantes focos de emergencia sanitaria. Pero la realidad no es la de una hambruna generalizada como lo pretende de manera alarmista ese articulo.

También es cierto que el mundo corre un riesgo de crisis alimenticia, como evoca el artículo después de otra larga salva retórica. Pero no es específicamente en Bolivia. La principal causa de esta crisis es el nivel de demanda energética del primer mundo y de los precios del petroleo, coyuntura que, en un "libre mercado", hace "rentables" los mal llamados "bio-carburantes" (se debería decir "agro-carburantes"). Consecuencia: miles de hectáreas arables en zonas tropicales serán quemadas en los automóviles del primer mundo, en vez de alimentar las poblaciones locales, que efectivamente se morirán de hambre como efecto colateral de este nuevo mercado en plena expansión... Entonces se les "donarán" unos sacos de harina del primer mundo, para salvarlos (un ratito) de los desastres "naturales" — en realidad tan artificiales como el calentamiento del planeta, provocado por los mismos autos que queman lo antes les daba de comer...

Más adelante denuncia la propuesta de diferentes Ministros de consumir productos locales en vez de importados, como la harina de yuca o el phuti de maíz, lo que considera ilustración de incompetencia, por ser estos productos más caros.

¿Pero no serán los agro-combustibles las propuestas de "desarrollo" de la "locomotora productiva de Santa Cruz"? ¿No tendrá eso algo que ver en la diferencia del precio de la harina (subvencionada) de trigo del primer mundo y la harina de yuca? ¿Entre el charque y la carne con hormonas o de vaca loca? No soy especialista ni conozco mucho, pero me pregunto...

En ese inquietante panorama mundial de la alimentación, América Latina es sin duda una de las zonas menos amenazadas. Además, en este momento está intentando, tan mal que bien -y por más corruptela, desfachatez o ineficiencias que subsistan- acuerdos regionales (y no dependientes de las voluntades e instituciones del primer mundo) para asegurar la suficiencia y la durabilidad alimenticia y energética regional.

Respeto -aunque no comparta- la opinión de quienes creen que el libre mercado total y mundializado sea lo mejor y lo más eficiente, y que así, cuando los ricos sean aún más ricos (la famosa "locomotora"), los pobres serían un poco menos pobres ("el chorreo", como dicen en el "avanzado" Chile). Pero ese respeto pide reciprocidad, y es deshonesto presentar agresiva y despectivamente como "errores" lo que en realidad son elecciones políticas y económicas diferentes. Sean cuales sean los precios de mercado (y los intereses y mecanismos que reflejen) personalmente me parece sano y sensato consumir lo que se produce localmente, me parece legítimo que el Estado regule los mercados, proteja la producción interna y asegure la suficiencia nacional antes de fomentar la exportación.

Finalmente, otro tema que se desliza en media frase como si nada: el "proceso democrático de autonomía" de Santa Cruz...

El Sr. Estremadoiro omite y parece olvidar que simultáneamente a nivel nacional se desarrolla un proceso constituyente, anhelado por todo el país durante años, y emprendido con dificultad y paciencia desde hace 2 años. ¿Cual y quién es más democrático y legítimo? ¿Cual debería definir el marco para el otro?

¿Una asamblea constituyente directamente electa por el pueblo en el marco institucional vigente? ¿O un grupo de asesores de un administración departamental desconocidos y designados con influencia de grupos locales de interés?

¿Una constitución nacional que elabora la asamblea en un proceso contradictorio y argumentado, largo y público? ¿O el texto que elabora el segundo sin transparencia alguna y fuera de todo marco legal?

¿ Un texto que (¡en su articulo 1ro!) afirma la descentralización y las autonomías en del país y que, después de referendum nacional, pueda brindar un marco sólido y consensual para elaborar los detalles? ¿O el texto que pretende ser aprobado antes, por un proceso ad hoc (que sólo reconoce y apoya la embajada de USA), poniendo primero los intereses o las voluntades locales, negando cualquier posibilidad articulación a nivel nacional?

¿Quienes terminan por reunirse a puerta cerrada para finalizar el trabajo ya demasiado postergado? ¿O quienes durante meses sabotean ese trabajo, agreden físicamente a los constituyentes, e impiden a la asamblea reunirse?

¿El presidente que propone, al mismo tiempo que la ratificación popular de la nueva constitución, un referenum revocatorio para él y para los prefectos? ¿O estos prefectos que lo rechazan para ellos mismos pero que consideran al gobierno "de facto", por no querer ceder a sus exigencias secesionistas?

El artículo pasa esto por obvio, afirmando que esa "autonomía (...) no es otra cosa que manejar sus propios recursos".

Uno: en los países con las más fuertes autonomías no dejan de existir per-ecuaciones de solidaridad a través de impuestos nacionales. Por ejemplo el caso de España y la autonomía de Catalunya -de la cual pretenden inspirarse los estatutos autonómicos cruceños- no impiden que los fondos estructurales, españoles y europeos, hayan hecho inmensos esfuerzos hacia las regiones más desfavorecidas, como la bella y creativa Andalucía.

Dos: recordemos de que recursos se habla -los hidrocaburos- y cuales fueron los recientes cambios: de una repartición 18% para el estado de Bolivia y 82% para las transnacionales que lo explotan (calculados sobre lo que declaraban dichas transnacionales) el gobierno central negoció, finalmente a satisfacción de todos los intereses, la inversa: 82% para el estado de Bolivia y 18% para las transnacionales (ahora con derecho para el Estado a verificar la extracción real).

Qué extraño: quienes hoy reclaman «manejar sus propios recursos», durante décadas bien se contentaron que a estos recursos los manejes y aprovechen intereses privados extranjeros...

Este fue más o menos el contenido de mi respuesta al correo electrónico que recibí de Sucre. Siguió, a las pocas horas, una larga respuesta, cuyo contenido -ampliamente acusatorio pero casi sin sustento concreto- no merece mayor atención. Y el asunto no quedó ahí: al día siguiente, temprano, recibí un llamado telefónico pidiéndome que destruya estos mensajes, argumentando de la seguridad de los diferentes destinatarios y afirmando la existencia por parte del Gobierno de un "caserío de brujas".

Reacción algo histérica y delirante, de típica proyección: atribuir al Otro, tan odiado, tanto tiempo discriminado y oprimido, lo peor de los crímenes de su propio campo. No tendría gran importancia y relevaría de lo individual si no lograra uno de los principales objetivos de sus instigadores: sobretodo no escuchar la argumentación, no ir al diálogo y a la negociación, dejar frente a frente y en tensión los argumentos de cada campo, para que todo se juegue en la confrontación violencia y pasional, no en la racionalidad.

Por eso, quisiera lograr no ser tan perentorio como las posiciones que critico, y lograr identificar puntos de concertación y compromisos posibles. Y sinceramente espero que estas líneas aporten algún elemento de reflexión, y no una dañina radicalización de posiciones.

Pero, me temo que la oligarquía y el poder económicos de este país no tengan ninguna intención de negociar nada y sean capaces de preferirle cualquier forma de conflicto, incluso la guerra civil. Desgraciadamente, no es imposible que eso lo puedan lograr, porque es mucho más fácil sabotear y destruir, que construir, mejorar y cambiar democráticamente.

Entonces iré a Sucre frente a las pintadas aún intactas, con un poncho rojo y una pollera, y gritaré: ¡Ponchos y polleras! ¡Jallalla!

Notas

[1Para que se entienda mejor el artículo, termino por enlazar la página correspondiente pero cuestiona el estarle dando relevancia a un texto que desapruebo y repudio profundamente,