Evo Morales: 63% y sigue subiendo. ¿No demasiado «decepcionado»? O: «las inmensas mentiras de la prensa armamentista»

, por Daniel Viñar Ulriksen

No hay cosa más sin apuro
que un pueblo haciendo la historia
No lo seduce la gloria
Ni se imagina el futuro
Marcha con paso seguro
Calculando cada paso
Y lo que parece atraso
Suele transformarse pronto
en cosas que para el tonto
Son causas de su fracaso
Alfredo Zitarrosa

Domingo por la noche celebramos hasta horas avanzadas la victoria de Evo Morales, con más del 63% de los votos - y aún queda por contabilizar las cifras de zonas rurales, que le suelen ser más favorables.

6 décembre 2009 - Place Murillo - La Paz
©Laura Bobitzky

Evo Morales es sin duda el Nelson Mandela de América Latina. La llegada al poder en Bolivia de un indio, que se reivindica como tal, que representa a los excluidos de 500 años de dominio colonial y que lleva a cabo cambios importantes en este país, es claramente comparable al fin del apartheid en Sudáfrica.

Pase lo que pase, en política nada volverá a ser como antes en Bolivia. Los cargos de poder ya no están reservados a los blancos. La corrupción no es un mal inevitable. Cambiar la Constitución para servir el interés público, es posible.

Habiendo comenzado su carrera política en el ’97 con algo menos del 4% de votos, logrando en 2002 un segundo lugar que socavaba los poderes establecidos, Evo Morales gana las elecciones en 2005 con una mayoría absoluta de más del 54% en la primera vuelta. Entre tanto, las luchas sociales tuvieron que pagar un alto tributo. La "guerra del agua" y la "guerra del gas". "Octubre Negro", cuando en 2003 "Goni" mandó disparar al pueblo, y que luego, acorde a una moda grosera y demasiado habitual en América Latina en este principio de milenio, en vez de renunciar, este presidente asesino y desaprobado huye al extranjero en helicóptero.

Luego de un período de transición, del cual se recordarán los referendos populares que dan a los dirigentes un mandato claro de una reforma profunda de las instituciones y la recuperación de los recursos naturales del país, Evo Morales llega al poder, portador de una inmensa expectativa popular de cambio.

Sin demora, da curso a la organización de una asamblea constituyente y ejecuta su programa de nacionalizaciones. Sin demora, pero en pleno respeto del orden constitucional, dialogando con la oposición —que conserva una mayoría en el Senado y en las regiones— con los empresarios de Bolivia y las empresas extranjeras, con los movimientos sociales, con los organismos internacionales, con la prensa.

La oposición, dueña de todos los medios de comunicación, le hace una guerra sistemática e injusta. Precavida, y mientras que el país exigía los cambios radicales mencionados, se había aprobado una "reformita": la transformación de los prefectos —hasta entonces representantes del Gobierno central— en especies de gobernadores directamente electos. Jugando de esta oposición histórica a un centralismo abusivo que ella misma había construido, esto le había dado la mayoría de los departamentos, aunque todos estos juntos estén lejos de totalizar la mitad de la población.

Pone exigencias para la ley electoral de la Constituyente, y luego sabotea el trabajo de la Asamblea. A finales de 2007, el Gobierno concluye la aprobación de la Constitución un poco a las apuradas, pero sin injerencia en el proceso democrático. Primer trimestre de 2008, la derecha regionalista organiza en varios departamentos, de manera unilateral, referendos de "autonomía" (casi secesionistas, en realidad), y los gana en la ausencia del oficialismo. Para la constitución, su lema es “mayoría = dictadura , 2/3 = democracia”, que evoca la forma de votos que exige. Para los "estatutos autonómicos", no hay problema en que sean elaborados fuera de cualquier instancia electa, ni que la inmensa mayoría desconozca por completo su contenido.

Terminábamos por creer lo que nos repetía incansablemente la prensa: que si se llevara a cabo una elección, Evo Morales apenas tendría la sombra del apoyo inicial. Sin embargo, la oposición rechazaba obstinadamente la idea de un referendo revocatorio de medio mandato para el presidente, el vicepresidente y los prefectos electos. No obstante, cuando finalmente pudo celebrarse esta consulta, el resultado fue clarísimo: más del 67% de las bolivianas y los bolivianos ratifican a Evo Morales y Alvaro García Linera. Esa misma noche, Costas, prefecto de Santa Cruz, trata a Evo Morales de "dictador" y de "macaco".

Tal vez por reflejo de bestia herida, en septiembre de 2008 la oposición intenta su último cartucho de un golpe de estado violento, llamando a la insurgencia, jactándose en televisión de ataques contra un oleoducto y otras infraestructuras vitales para el país. Los campesinos marchaban hacia las ciudades de un Oriente rico en petróleo y ganado. Los funcionarios públicos ven impotentes la degradación del bien común por los vándalos. La policía respeta estrictamente la orden de no responder a las provocaciones. Reciben golpes y arriesgan su vida, sin disparar un solo tiro.

El crimen tuvo lugar en Pando, en este tercero 11 de septiembre, paramilitares y milicias vinculadas a la prefectura de este departamento aislado en la selva, le tienden una emboscada a una columna de personas del pueblo que acude en defensa del Estado nacional contra la insurrección golpista. Más de 20 muertos bajo las balas, más de 80 desaparecidos, indígenas y campesinos que no saben nadar y que no tienen otra escapatoria que tirarse a un río turbulento y profundo en el medio de la Amazonía. Pocos meses más tarde, un informe de investigación internacional de Unasur y del Alto Comisariado de Derechos Humanos de la ONU concluye que los actos fueron una masacre, un crimen contra la humanidad que releva de la justicia ordinaria.

Y he aquí que hoy, tras haber negociado con una oposición deshonesta y desleal, paso a paso en un via crucis democrático hasta las primeras elecciones generales del Estado Plurinaconal de Bolivia, Evo Morales y su equipo son reelectos hasta el 2015 con más del 63% de los votos.

Una victoria abrumadora, varios departamentos de la "media luna" se unen a la mayoría de un gobierno pluralista y de diálogo. Un gobierno que se empecina en demostrar que otra Bolivia es posible, una Bolivia que ya le dice alto y claro al mundo que otro mundo es posible.

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Habiendo participado en los dos últimos años, con mi gotita de labor y de pasión, a los cambios que emprende este país, me siento muy feliz. E incluso, confesémoslo, algo orgulloso.

En un país que hereda 500 años de estado colonial y de burocracias importadas, organizar y dirigir cualquier obra no es nada fácil. Miles de trámites a cada paso, y cada trámite es un obstáculo. Un sistema construido por dos lustros de neo-liberalismo que, bajo argumento de "eficacia" reduce el estado a su más simple expresión, despojándolo de su deber de servir el interés público, pero manteniendo los hilos de titiritero que sirven los intereses de los poderosos. Sin embargo, en su sabiduría, el gobierno de Evo Morales da orden y consigna de cumplir la ley y la regla. Cambiaremos todo eso poco a poco, legal y democráticamente.

Esto puede ser frustrante para quien espera cambios más radicales. Es sobretodo injusto para quien simplemente busca algo de equidad y justicia social. Pero la táctica es clara: frente a la violencia, la paz; contra las falsas acusaciones de limitación de la libertad, la paciencia y el respeto escrupuloso de la norma, incluso frente al insulto y al desprecio.

Cuando se lo mira atentamente, simultáneamente a los inmensos cambios realizados y a pesar de innumerables obstáculos y trampas, el primer mandato de Evo Morales es probablemente uno de los períodos más largos de estabilidad en el país desde hace siglos.

Somos varios en haber venido así, individual y espontáneamente a apoyar esta revolución democrática. Al igual que las brigadas internacionales habían ido a apoyar a la República de España amenazada por el fascismo de Franco. Y aún apoyamos y alentamos este cambio.

No es la hora de un "balance", es la hora del compromiso, sólo sabiendo que esta vez no tenemos derecho al error. Este primer mandato, durante el cual la oposición hace todo lo permitido (y lo no permitido) para intentar derrocar o hacer fracasar a este gobierno popular, esta fase de proceso constitucional, le dio a este movimiento su plena legitimidad institucional y un franco segundo mandato. Es ahora que debemos demostrar la capacidad de construir un aparato de estado justo y eficiente, para aplicar las leyes y los proyectos democráticamente establecidos.

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En todo esto, entonces ¿cómo podemos hablar de “decepción”? ¿Por qué esa palabra incongruente al final del título de estas líneas? Bueno, es simple: en un artículo en el Journal du Dimanche (en francés), con otros tres "extranjeros" me encontré presentado como uno de "los decepcionados de Evo Morales".

Luego de haber cuidadosamente hablado con cada uno de ellos, procedo a informar aquí que ni Víctor Roldán, ni Hervé do Alto, ni Louca Lerch, ni yo mismo nos consideramos como "decepcionados de Evo Morales". Es decir que ninguna de las cuatro personas que entrevistadas en este artículo, se siente reflejada en el título que le ponen. El 100%, TODAS las personas mencionadas, sienten sus propósitos traicionados tanto por el título como por el contenido de este mentiroso artículo del JDD.

Un "atentado ideológico", me decía hoy Víctor, el único de los cuatro que no conocía hasta el día de hoy, en que lo llamé para preguntarle qué posición tomaba frente al asunto.

Que se lo diga y se lo repita: NINGUNO DE NOSOTROS ES UN DECEPCIONADO DE EVO MORALES. Varios, por lo contrario, nos consideramos firmes partidarios y actores de esta revolución democrática. Aunque las citas entre comillas sean exactas, estando a tal grado fuera de contexto y siendo tan absolutamente contrarias a la esencia de nuestro pensamiento, constituyen mentiras descaradas e injustas.

Me acaban de leer hasta aquí acerca de Bolivia. De más de dos horas de entrevista en el mismo tono y con contenido similar, Jean-Baptiste y Julie Mouttet, los dos free lance de vacaciones (que no hablan una palabra de español, y menos aún de aymara o de quechua) rescatan sólo tres palabras: "una porquería de burocracia".

Sí, probablemente haya dicho esas palabras. Pero estaba hablando de la burocracias heredada de 500 años de estado colonial, que lamentablemente aún prevalece.

Los sistemas corruptos son en realidad los más burocráticos. Tienen un exceso de normas innecesarias y contradictorias. De hecho, en un sistema corrupto, "la regla" no tiene solución viable. La única manera de resolver las cosas es la de violar la regla, mediante la corrupción, precisamente. Y una de las inmensas dificultades de la situación actual es que funcionarias y funcionarios honestos, revolucionarios, y a menudo poco formados, tienen el cuidado y la instrucción de aplicar esta misma regla. Al no tener solución el sistema, y frente a una lucha radical contra la corrupción, las cosas no se hacen, o se hacen mucho menos. Y es bien difícil hacer entender y valer que hoy la regla suprema que se aplica ante todo es la nueva Constitución, aprobada por más del 62% del voto popular.

Sacar de su contexto estas tres palabras: “una burocracia de porquería”, es pura y simplemente una falta de honradez.

¿Cómo pudimos caer en esa trampa grosera? Antes de la entrevista, les pedí: “si es para hacer un artículo que critique a Evo Morales y al proceso de cambio, rechazo la entrevista.” “¡Oh, no! ¡En absoluto! De hecho, en general, trabajamos principalmente para Politis [1].” “Somos diplomados de la escuela de periodismo”. Y un montón de sutilezas similares para ganar la confianza.

Incluso, una vez publicada la entrevista, los dos free lance tratan de quedar como dos buenones ingenuos: «Nos sorprendió tanto como a Uds. el leer la nota. Nuestro título era: “Bolivia: el balance positivo pero desilusionado de los expatriados”.» Por cierto, su texto original era un poco menos grosero, pero apenas. No me considero “desilusionado”, tampoco me reconozco en ese término de “expatriado”, y las pocas citas que fueron cortadas son igual de tendenciosas, descontextualizadas y deshonestas.

En última instancia, la táctica detrás de sus insistentes preguntas es tan clara como el cristal. Los dos free lance aprendices de la prensa de vendedores de armas, Jean-Baptiste y Julie Mouttet, en realidad tenían un pedido muy explícito de la redacción de su pasquín: encontrar a los “expatriados” decepcionados (o pro lo menos “desilusionados”) de Evo Morales. Preferiblemente algunos izquierdosos pasados de moda, cosa de seguir concluyendo al “fin de la historia”.

Los buscan, pero no los encuentran. Encuentran sólo todo lo contrario. Y el artículo es para este domingo. Entonces al diablo la ética, — hay que morfar — se recortan algunas palabras que permiten que el artículo responda al pedido. Incluso lo reconocen ellos mismos, en respuesta a mis protestas: “No pensamos haber deformado tus propósitos, sólo los seleccionamos de acuerdo a nuestras necesidades en el artículo.” Impresionante... Ahora, la “deontología” es como fuera alguna vez que el derecho de autor (cuando no se confundía con los oxímoron de la “propiedad intelectual”): tiene que ver con la forma, no con el fondo...

El domingo en el “foro” del artículo, intento publicar una respuesta: “Yo soy uno de los entrevistados en este artículo, que es una sarta de mentiras, y exijo un derecho a réplica, al menos igual de largo. Bolivia realiza actualmente un cambio profundo, con una nueva constitución, laica y plurinacional, mayor justicia social, etc. Contra insultos, mentiras, intentos de golpe, racismo y violencia, Bolivia mantiene la paz, la democracia y las libertades.

Al JDD le importa un carajo. Incluso enviado a los dos free lance y al espacio "abusos" del sitio del pasquín derechista para que puedan verificar que soy la fuente, no hay respuesta. Un sólo comentario de "3615 Claire" que alaba el artículo: “Muy bueno el artículo, bien documentado y bien argumentado, gracias.”

El martes siguiente, cuando el tema ya no está en la página principal, se añade un segundo comentario, algo controversial cosa de hacer polémica, pero que aún alegremente ignora la deshonestidad periodística de los procedimientos utilizados. No contento de pervertir la verdad, el JDD tiene la deshonestidad de rechazar un derecho de réplica y el desprecio de ni siquiera responder.

Hace unos meses, un artículo en el Diplo analizaba los estragos de la falta de investigación en la prensa de hoy. A los periodistas se los evalúa por la abundancia, la regularidad y sobre todo por el "rating" de su producción —aunque sólo sea strip tease de blogger— y no por su capacidad y la seriedad de su investigación, pilar esencial del periodismo como cuarto poder. Pero puede que sea mucho menos y mucho peor que eso: ¿qué proporción de los contenidos de la prensa son simplemente mentiras, fabricadas mediante un proceso donde la conclusión, conforme al interés supremo de los patrones de la publicación, está planteada de antemano, y donde se trata a toda costa, en contra de cualquier criterio de ética y de honestidad, de encontrar las justificaciones que sirvan esos intereses?

Incluso podemos preguntarnos ¿qué necesidad tienen de pagar a los free lance? ¿qué necesidad de entrevistar personas reales? ¿qué diferencia habría con simplemente inventarlo todo? ¿El riesgo de una demanda por difamación? No, no me hagan reír ...

Tal vez estas razones sean de la misma estirpe que la que llevaba a la Inquisición —y aún lleva a más de un poder fascista— a buscar a toda costa “confesiones”. Incluso logradas bajo la tortura, incluso totalmente inventadas mediante conjeturas de trampa más que de investigación y íntima convicción de jueces imparciales, las confesiones y las pruebas son importantes para los pretendientes a dueños del mundo que suelen confundir la verdad con el teatro de sus mentiras. Extraña especie humana...